Perdona, ¿tienes hora?

Mis manos buscaban su cuello.

Las suyas bajaban por mi espalda.

El tiempo pasaba rápido. Era difícil saber que hora era.

Nuestros labios agrietados por tantos besos. Pero no por ello estaban cansados.

Nuestras lenguas unidas en busca de pelea.

Nos queríamos tanto. Nos comíamos poco a poco.

Su camiseta como vestido. Su olor como forma de vida.

Si hubiera sabido parar el tiempo, ese habría sido el momento perfecto.

Su sonrisa como droga. Y yo una drogadicta sin ganas de ir a rehabilitación.

Números sin importancia.

Esperar semanas esos besos. La distancia de por medio.

Pero cuando te veo, te siento, yo… yo me olvido del resto.

No sé si te das cuenta de que eres eso que me llena, esa positividad que le falta a mi gran negatividad.

Cuando digo que te odio, me miento. Pero no te miento, tú ya sabes lo que siento.

Sonrío, me río y me llaman loca por ello. Loca por quererte, loca por amarte.

Siento esa necesidad de abrazarte, de besarte.

No olvides llamarme. Nos vemos dónde siempre. Tú, yo, distancia cero.

Y luego bésame..

Ven, abrázame. Abrázame como me abrazas cada vez que nos vemos. Esos abrazos que me demuestran las ganas que tenías de verme. Y luego bésame, dame todos esos besos que no nos pudimos dar en estos días que llevamos sin vernos. ¿Sabes? Quizás tú no te das cuenta, pero siento que eres diferente y que nunca he querido así a nadie. Cada día te quiero un poquito más, a tu sonrisa, a pasear contigo de la mano, a tus cosquillas inesperadas, a estar a centímetros de tus labios, a ti, a todo tú.