Mis manos buscaban su cuello.
Las suyas bajaban por mi espalda.
El tiempo pasaba rápido. Era difícil saber que hora era.
Nuestros labios agrietados por tantos besos. Pero no por
ello estaban cansados.
Nuestras lenguas unidas en busca de pelea.
Nos queríamos tanto. Nos comíamos poco a poco.
Su camiseta como vestido. Su olor como forma de vida.
Si hubiera sabido parar el tiempo, ese habría sido el
momento perfecto.
Su sonrisa como droga. Y yo una drogadicta sin ganas de ir a
rehabilitación.
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