Esa mirada perdida.
Camina sin dueño, porque es su propio dueño.
Se olvidó las maletas en casa porque pensó que nunca
volvería.
Y la verdad, no sabe que hacer con su vida.
Simplemente quiere, que esa mirada perdida, se junte con su
mirada.
Sabe que es difícil.
Pero siempre queda esa ilusión. Maldita ilusión.
Esa ilusión que lo más seguro acabe en vasos de alcohol.
Cariño quiéreme, piensa una y otra vez.
Pero no se atreve a decírselo, porque la ilusión viene
acompañada de miedo.
Miedo a perderla. O al menos a perder esa pequeña amistad
que les une.
Quiere un mundo junto a ella.
Y aunque ella no lo sabe, deja la mirada perdida y continúa
su camino hacia ninguna parte.
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